Están muy bien. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Declaración de los Derechos del Niño, la Carta Social Europea, los derechos constitucionales, la declaración Islámica Universal de los Derechos Humanos, la Carta Árabe de Derechos Humanos, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos y tantos otras declaraciones, organismos y ONG dedicadas a los DDHH. Incluso está muy bien la Declaración de la Renta.
Pero si Universal significa “Que comprende o es común a todos en su especie, sin excepción de ninguno” y “Que pertenece o se extiende a todo el mundo, a todos los países, a todos los tiempos” según la RAE, me da la sensación d
e que tanta declaración significa un fracaso rotundo. Gobiernos e individuos las suscribimos pero resultan un escarnio ante la situación de tantos humanos, de tantos niños, de tantos trabajadores…
Resulta que también tenemos derechos en el ciberespacio. Y, ¿qué pasa con ellos? Nada nuevo. Creo que no se cumplen ninguno de los veintidós artículos que nos señala Suñé. Muchos no tienen acceso, otros lo tienen restringido, las grandes potencias lo controlan, las empresan tratan de establecer sus monopolios de información, no se respeta la privacidad de las comunicaciones entre las personas, se guardan nuestros datos sin permiso, …
Señala el profesor Emilio Suñé en su Declaración de Derechos del Cibesespacio de que “la libertad pasa por la intervención mínima del poder”. No se puede entonces ser optimista. Bajo la excusa de la seguridad se prohibe, vigila, regula, legisla y coarta sin ningún problema. En los pasados Juegos Olímpicos había dificultades para informar pero no pasa nada. Hay que tener contentos a los chinos. Son muchos y no podemos dejar de comerciar con ellos.
Ante esta situación se proclaman los Derechos en el Cibespacio. Propone el autor que sea en el marco de las Naciones Unidas pero no estoy de acuerdo que sea en el Organismo que, en mi opinión, tendría que desaparecer y habría que refundar nuevamente. Su fracaso es evidente y nunca podrá funcionar mientras se mantenga, por ejemplo, el derecho de veto de ciertos países que hace que muchas decisiones no puedan ser tomadas o lo sean de una forma arbitraria. Lo importante es no molestar a ninguno de los poderosos. Lo de la unidad, democracia, justicia y demás, queda en segundo plano.
Hacemos leyes y más leyes, pero la ley cada vez queda más lejos de la justicia. Hacemos declaraciones y más declaraciones y en eso se quedan.
